El Mundial de Clubes es la definición perfecta de la palabra crisis: cuando el pasado (la temporada anterior) no ha muerto y lo nuevo (la 25/26) no ha empezado todavía. Esto es el Mundial de Clubes y lo comprendimos al ver el rostro familiar, pero un poco tartárico, de Fran García.
El Madrid está a medio renovarse, y el espectador y aficionado no ha superado aun la traumática temporada anterior, que dejó una huella más importante de lo que parece. No solo se perdió un año. La sensación de desconexión y agotamiento permanece y alcanza a las grandes estrellas del Madrid.
Cuando la ilusión se va... ¿cómo se recupera? ¿Con terapia de pareja o con fichajes?
El Madrid de Xabi Alonso empezaba siendo un poco aun el de Ancelotti, con su 4-3-3, su Fran García y su Rodrygo Goes y parecida sensación de agujero negro en el centro del campo. Hubo, eso sí, novedades, cosas que el ojo ansiaba, que el aficionado capturaba con avidez, como quien busca su nombre en una bolsa de trabajo del PSOE.
En el inicial 4-3-3 hubo conatos de presión, Bellingham por delante de Tchouaméni, los brasileños muy pegados en la banda, con una mayor disciplina posicional, y un buen Gonzalo como nueve referencial que además aportaba "ética de presión".
Pero las novedades estaban al inicio. Trent se mete en el mediocampo, no como una zona de paso sino de ocupación que añade un cuarto centrocampista.
De todos modos, la construcción fue torpe y ahí quien destacó fue Huijsen, un jugador que ya es uno de los más importantes del Madrid. Ya no se puede vivir sin Huijsen. Saca la pelota con total seguridad. Buscó a Rodrygo con balones largos y, sobre todo, logró pases verticales que atravesaban el mediocampo (como una avenida de varios carriles imposible de cruzar o un barrio por el que mejor no pasar). Logró varios pases así, rectos, muy precisos, que encontraron a Bellingham o a Gonzalo.
Huijsen ya es fundamental. Y lo tuvo que pensar Florentino, que compartía palco y plano con Roberto Baggio sin desentonar, muy al contrario.
Huijsen es un fichaje que cambia el juego. Su importancia excede al propio Huijsen, al que hay que juzgar en pieza aparte. Por un lado está él como defensa, por otro su aportación al juego.
El centro del campo puramente dicho era apenas la defensa de Tchouameni, que se iba convirtiendo así, fatídicamente, en un tercer central.
Xabi parece un informático que ha llegado al Madrid como a un departamento en el que tiene que instalar y enseñar un sistema operativo nuevo. Es un joven técnico con un saber. Le falta aun el poso, el enraizamiento, el peso específico. La autoridad se la concedemos, pero no la sentimos del todo. Confiamos en su pulcra elegancia y en su visión no peripatética del fútbol.
A la media hora se escuchó eso tan habitual de "ellos tienen más chispa", y pudiera ser. El Madrid no jugaba bien pero hubo algo ese rato...
En el Madrid no había iniciativas individuales, aventurerismo, gente haciendo la jugadita; todo respondía a un intento colectivo, a un movimiento conjunto. NO era, como el Madrid del año pasado, la sucesión de individualismos y jugadas unipersonales. Había un intento común. El Madrid se hacía junta defensiva y en ataque, por momentos, se percibía una intención conjunta por crear el espacio, hallar al hombre libre, producir el instante epifánico... Verlo no era divertidísimo, pero tampoco aburrido. Era como ver a un niño muy pequeño haciendo un rompecabezas.
Podríamos decir que en algún momento de la primera parte, a partir de los buenos inicios de Huijsen, el Madrid quiso moverse como un todo (aunque a veces fuera como un simple cangrejo miedoso), aspiró a algo colectivo, mantuvo el hálito de una idea que duró encendida lo suficiente para que vislumbráramos algo.
El individualismo disruptor fue, de repente, una jugada personal de Rodrygo y luego el gol, una buena contra que empezó Gonzalo y acabó Gonzalo, más que en semifallo en feliz requetefallo.
El Madrid se dejó empatar muy pronto, de penalti, en nueva torpeza de Asencio que sigue sin estar para lo que quieren que esté.
Y en la segunda parte la gran novedad fue Güler, que se puso en el medio (Tchouaméni donde Asencio). Le sigue faltando algo, que aun no se sabe qué es, para ser un mediocentro pleno, pero con él el juego avanzaba. Lo llevaba de aquí a allá con sorprendente determinación, como un dedo en una ouija. Pero su psiquismo es sobre todo técnica.
Huijsen es instantáneamente líder del Madrid. Esto yo no lo he visto. Creo que es una de las más asombrosas apariciones del Madrid en 30 años porque su mejora del juego es radical y porque su personalidad llena su sitio e irriga alrededor, crea, teje conexiones con el resto. Genera un campo de autoridad.
Y a Güler le falta esa coherencia total, esa propiedad en el puesto, esa unión de ser y función, pero su juego desarolla una querencia, una morosa adicción tunecina, se va haciendo Arda con la pelota hasta adueñarse del Madrid, y también lo hace naturalmente.
¿Y dónde queda Bellingham, el siempre exhausto y amurallado Bellingham?
Quedó claro que la posición de Mastantuono está predefinida, esperándole. Pegado a la banda, ha de cumplir tácticamente estando para luego multiplicar el juego al devolverlo.
Rodrygo, y es con pena que lo digo, aunque no poco hastío, desapareció como un niño que los padres pierden en El Corte Inglés.
Con todo, Rodrygo dio una asistencia. Es lo que tiene. El "aporta o aparta" con él no funciona del todo porque incluso estando mal tiene aportación.
Cuando el Al Hilal empeaba a jader, llegaron los cambios. Volvió Lucas a nuestras vidas, y dejó una pifia de esas de lanzarle la zapatilla a la televisión.
Menos mal que había parones para beber, también llamar pausas de hidratación, también llamadas coolings breaks (lo dijo Morientes). Mientras Alonso daba instrucciones, Inzaghi, el nuevo míster hilalí, echaba agua sobre sus pupilos o les daba repetidas palmadas antes de entrar. Es otro estilo. Trata a los jugadores como a caballos.
La banda del Madrid para entonces ya era Fran García-Victor Muñoz. El pundonor canterano fue de lo mejor. Gonzalo remata lo que le echen (pide sitio) y nuestro entrañable Franga se jugó la jeta al final de partido y así ganó un penalti que Bono le paró a Valverde.
Xabi Alonso tiene sudoku por delante. No es descartable que a estas horas esté manteniendo una conversación con Chat GPT.
Ayer el Madrid seguía oliendo al último Carleto, ya veremos... y Mbap con diarrea.
Un placer Pura Golosina, estaba ya con mono. Gracias Mr. Hughes.
La capacidad de mejora es enorme, oceánica, homérica, una distancia sideral y, al tiempo, unos pocos primeros pasos van a significar un cambio sensible, palpable y eficaz. Todo disonante y desafinado en una orquesta de virtuosos da repelús pero están a acertar con dos teclas de que entre el invierno de Vivaldi.