Tremendo bodrio fue. Se notaba muchísimo el parón de selecciones. El bajón de selecciones. De repente, aunque se hubiera pensado en fútbol estos días, el fútbol no apetecía.
Nos dejan unas semanas solos y empezamos a pensar en otras cosas, en otras personas... De repente, da pereza ponerse.
Les daba pereza hasta a ellos mismos. Daba pereza Bellingham, daba pereza Mbappé... No hablemos de lo que daba Lucas Vázquez.
Los primeros minutos fueron de tedio, de ritmo muy bajo. Caían aplausos para las carreras de Asencio y para una que pegó Güler, que se va haciendo pillo.
Empezaron a entrar en calor sobre el minuto 20. Un par de llegadas y una ocasión ya clara de Mbappé, que parecía el más vivo de piernas.
En curva ascendente se llegó a un penalti sobre Güler, más penalti de Barça que de Madrid, lanzado por Mbappé. Lo hizo de panenka y el portero, Dmitrovic, vio la intención ya tarde; su cuerpo quedó vencido y solo pudo reaccionar con un brazo que movía como si perteneciera a otra persona, a una persona viva, con la mano girando como en una sevillana.
Pero las mieles de ese gol duraron tan poco... Apenas regresaba Mbappé a la seriedad gestual cuando marcó el Leganés, gol de Diego en una jugada que llegó por la banda izquierda del Madrid. Fran García lo hizo todo: cayó en el engaño de Juan Cruz (no confundir con la criatura cultural prisaica), persiguió inútilmente al extremo y luego habilitó al goleador.
Juan Cruz es el Neymar de Leganés, lleva un inconfundible pelo que parece una apuesta perdida que él ha hecho crónica.
El empate acrecentó la torrija posnaciones del Madrid. El tedio se hizo muy sólido. Y de ahí llegó el 1-2, gol de Raba en jugada por la otra banda, la de Lucas, de Asencio en este caso, fácilmente superado en un inexistente "balance defensivo" del Madrid, problema de toda la noche. Costaba regresar quizás porque todos acababan de hacerlo en avión.
La primera parte acabó con una doble ocasión de Mbappé. A su alegría se había sumado la activación de Bellingham, central en la mediapunta, donde por cierto le coloca felizmente Tuchel en Inglaterra, de rey en un 4-2-3-1, sacrificando a Foden o a quien sea.
Nada más volver del descanso, empató. Salió el Madrid en tromba y en una jugada con tres remates marcó Bellingham, autor del primero y del tercero. Entre medias persiguió la pelota como en trance, como un figura detecta la chica en un extremo de la discoteca y se va hacia ella copa en alto, sin perder de vista el objetivo...
El Madrid embutía al Leganés y la reducción de espacios hacía feliz a Brahim.
El Madrid había subido una o dos marchas, YES, BUT Diego llegó hasta Lunin en otra contra navegable. El Madrid no dejó de ser frágil, muy llegable (valga la expresión que por supuesto vale porque vale todo).
En las alas estaban Brahim y Güler. El primero tiró al palo en el 54. El fútbol se hace con él más ligero y combinativo, contagia a los demás su sinapsis. Hizo posible un par de jugadas de altísima precisión y velocidad.
Güler estuvo discreto (en el sentido de prudente) y a la vez apropiado. Quizás está entrando por el aro ancelottiano. Poco descaro, pero balones precisos, sin insolencia. Corrección, adecuación a mecanismos generales.
El ataque lo completaba el travelling de Fran García, testigo veloz más que en sí mismo participante.
El empate estimuló algún arranque actoral en el Leganés, la tendencia a la dramaturgia. Los minutos iban pasando y Ancelotti sacaba a los brasileños.
Había tensión de resultado pero esplín de fútbol y Morientes, en la narración, solo decía polisílabas: casuística, cariacontecido...
Valverde observaba en la banda mientras elongaba. Debía de estar pensando "¿tendré que entrar yo?".
El ambiente era raro y había cumbre de Ancelottis. Efectivamente: Valverde, entra.
En el campo, Rudiger intentaba unos tiros muy irritantes, lejanos y frívolos, como excentricidades ramadánicas.
Y por fin llegó el 3-2, de una falta que llegó de robo y cabalgada de Rodrygo, al que barren con una pierna. Mbappé lanzó y el balón, con rosquita buena, se metió en un hueco de la barrera, mellada de repente como si se le hubiera caído un diente.
Se fue a abrazar a uno de los miembros del staff, inspirador, quizás, de su primer gol de falta.
Con el 3-2, Ancelotti sacó a Tchouameni, como si la noche hubiera consistido en ir recomponiendo el equipo hasta acabar enteros.
Aun pasó alguna cosa en ese rato... Vini tuvo una ocasión clara pero le pudo la generosidad con Mbappé. Antes corría solo hacia el gol. Ahora Mbappé le pone en un brete.
Asencio intentó la de Ricardo Rocha y aun sufrió el Madrid con una ocasión de Munir. De una forma menos seria, el Madrid acabó sufriendo, sabiendo sufrir, que se dice, como en el campo del Villarreal.
Esto quien lo borda es Bellingham, que sobresalía en el sacrificio como un Cristo.
De vuelta a la liga en la que se compraron favores sin castigo ni apenas reproches y de vuelta a ganar perdiendo empaque. El francés está que se sale y al equipo le sale poco. Victoria olvidable en otra fecha propicia al tropezón. Jugamos, ganamos, seguimos, sospechamos futuras emociones apáticos y mansos.
Si fue un bodrio el partido que lo mejor fue escuchar a Simeone llorando por el penalti. Lo que va a justificar de aquí en adelante por “el robo” de la UEFA.
Y todos los atléticos, ciegos, que repiten su discurso.
Cada día me recuerda más a Perro y sus votantes.
Muchas gracias, una vez más, por su crónica Señor Hughes.