Las tarjetas que durante el año le suelen racanear al Madrid salieron con alegría contra el Sevilla. La primera parte jugaron contra diez y la segunda contra nueve.
El ritmo fue tan cansino que la estrella era Modric. Antes de los canteranos, el partido lo aprovechó él. Pide sitio. A ese ritmo puede jugar hasta los 60 años o hasta la edad que tenga el entrañable Caparrós, que se está convirtiendo en Luis Aragonés skinny. Hablaba solo por la banda como si se hubiera perdido por la calle.
Dejó un gran momento cuando se acercó al cuarto hombre diciendo: "os habéis cargado el fútbol". Parecía un promotor de peleas de gallos hablándole a un animalista.
El partido no tenía sentido y se lo intentaban dar algunos jugadores. Endrick entraba por la derecha con mucho tesón, como si se tuviera que ganar así ser delantero; y por supuesto Mbappé, muy dueño del ataque sin Vinicius. Se quedó solo en la primera parte en una jugada clásica suya. Alcanzó tanta velocidad que cuando ya estaba ante la víctima (el portero) no pudo ajustar bien. El pase se lo había dado Bellingham tras una intercepción despótica de Tchouamení. Mbappé necesita unos metros y un pasador. Nada más. Su media goleadora (creo) solo es superada en el Madrid por Puskas y Cristiano.
El Sevilla solo tuvo una ocasión, eso sí, muy clara, tras enorme cante de Jacobo, lento primero y luego infantil en el suelo. Va a cataclismo de media por partido, pero en el resto de acciones el hombre no estuvo mal. El problema que tiene es que es feo pero con cara de bueno. Esto es lo que le pasaba a Iván Campo, por ejemplo.
Endrick, la ilusión del partido, se fue pronto lesionado "en explosión". Modric movió el ataque. Estaba en su salsa, mejor que Bellingham, que transmite pesadez, ocultamiento y depresión. Güler hubiera estado mejor mandando más, aunque dio un par de pases.
El Sevilla se quedó con nueve, pero no se hizo mucho drama. El público estaba ocupado con Junior. Al enfocarle en el palco vimos su parecido al padre y la tensión edípica. El Sevilla es una monarquía shakesperiana. A su lado, de nuevo, la cara de circunstancias de Pirri.
El partido era pachanguero o pachangoso y hasta tenía pausa de hidratación. En el 63 hubo una acción simbólica: un salto de karateka de Fran García intentando cabecear o despejar una pelota. Su impotencia adquirió un punto espectacular, acrobático. Era como el cavallino rampante de Ferrari. Ojalá alguien lo haya capturado en meme.
La susceptibilidad es grande y hubo un detalle que alteró el tedio, lo ribeteó de ira, como licor en un bombón. Tras una ocasión, Mbappé se enzarzó con un defensa sevilista (Kike, creo). Algo le sacó de sus casillas, pues es raro que Mbappé se excite, pero no pudimos verlo porque la repetición se detuvo justo cuando lo que parecía ser un defensa local arremetía contra lo que bien podía ser el careto de Mbappé. La imagen no se terminó de ver. El realizador pudo haber hecho más.
Mbappé quería marcar y Modric se puso a su servicio. Uno de sus pases acabó en tiro al palo y de otro sacó el gol, un tiro lejano en el que pudo pensar y ajustarlo bien. Fue como cuando en las películas de vaqueros el tirador se recrea en el último indio que se va a caballo.
Luego hubo cambios. Los de siempre, pero también canteranos. Víctor Muñoz se puso por la izquierda y se escoraba hacia la nada como Fran García, pero con un ímpetu y una fuerza que alegraban. Dejó su espíritu en esas carreras. Lo dio todo. Aprovechó los minutos para dejarnos un recuerdo. En la inmensa memoria del madridismo, él ya está. Es una forma de triunfo. Quizás no se quede, pero sí queda.
En una de sus jugadas metió un pase al segundo palo que Gonzalo remató de cabeza; Bellingham solo tuvo que rozarla. El 0-2 tenía algo curioso. El pase de Víctor quizás era el mejor pase alto dado por la banda izquierda en semanas o meses y el de Gonzalo, el único gesto de nueve clásico del año.
Los canteranos han salvado los dos últimos partidos. Y ya no los miramos como antes. Antes poníamos en ellos mucha ilusión, casi fe. Ahora no tanto. Sabemos que se irán, y los miramos de otra forma, como ganaderos evaluando una res, pero también con una mirada generosa y desprendida. Les deseamos lo mejor en su vida, que sean felices en otro lugar. Nos surge hacia ellos un amor canterano muy puro.
Otro trámite procedimental para certificar que lo realizado ha sido insuficiente. El Sevilla salvado, el Madrid encastillado y el arbitraje con la tranquilidad de tener ya el objetivo cumplido. Se vio un Madrid que no es el de actual entrenador, ni el del futuro, vamos, que no se vio nada.