Real Madrid, 4; Nápoles, 2. Con algo de retraso
Escribo muy tarde sobre el partido contra el Nápoles. No pude verlo en directo.
Me sorprendió de inicio que saliera Brahim de falso nueve. Esto es un hito. Un entrenador tiene que estar muy seguro de sí mismo para hacerlo. Un club ha de estar asentados sobre bases muy firmes para permitirlo.
Cuando el Madrid se dibuja en estricto 4-4-2 me tranquiliza. Las cosas adquieren formas, se decantan, y los jugadores de los medios espacios y las medias puntas se tienen que definir: a un lado o a otro. Lo siento como un mensaje filosófico o incluso de autoayuda de Ancelotti y del mismo fútbol.
Lo primero que salta a la vista es Bellingham. Su falta de respeto al área. Para casi todos el área, el famoso balcón del área es eso: un mirador, un precipicio, el Tajo de Ronda... Pero para Bellingham es un territorio sin dificultad por el que pisa con garbo.
Se adelantó el Nápoles y el inmediato empate de Rodrygo fue otro golazo. Es tan bueno que le está naciendo una autoridad de la pura técnica. Ya es don Rodrygo. Todo lo hace bonito. Es de los que para hacer, para hacer lo que sea, lo ha de hacer bonito o no le sale. Está condenado a la filigrana, a la floritura, a la composición.
El 'adentro' de Rodrygo, su irse al interior es de lo mejor que hay, pero no podrá hacerlo. Lo viviremos como una excepción o nube que no hace verano. Se dan todos los ingredientes para hacer historia ahí, pero no podrá ser, es imposible, lo sabemos todos y eso despierta una melancolía de tipo amoroso.
El Madrid jugaba en tres cuartos de espera, muy seguro de que llegaría lo que llegó. El 2-1 de Bellingham lo inició él con el desmarque. Alaba siguió las órdenes con un gran pase que Jude remató llegando en semiplancha poderosa. Era el autor material e intelectual del gol y la asistencia del compañero era, de nuevo, un apoyarse-en. Alaba no asistió creativamente, más bien Bellingham eligió ser asistido por Alaba. Sus goles los trae montados de fuera del área.
Al marcar Bellingham sentí miedo. Miedo de que se canse de esto y se vaya. Es mejor que todos, mejor que todos nosotros. Aunque ese grado superlativo se le ha revelado en el Madrid, que es ya como una vía espiritual y de conocimiento para los futbolistas. Un grado extremo de la experiencia. Hay cosas que solo se viven aquí. Solo en el Madrid se adquiere cierto grado en la escala del ser.
Se le asignará a la mística indefinible del Madrid, pero se debería reconocer también a Ancelotti. Ya lo hizo con Vinicius y ahora lo repite con Bellingham. Lo ha colocado bien, lo ha acercado al gol.
De todos modos, es más disfrutable cuando por delante tiene un delantero de referencia... aunque sea Joselu. Especialmente si es Joselu, como pudimos comprobar después.
Ojo a Florentino: la Premier lo tiene todo, pero la joya inglesa la tiene el Madrid.
¡Qué listo es, superior human being!
Brahim ayudaba de otra forma. Animaba las 'contras' con sus giros rapidísimos y su movilidad ratonil. Sus regates son siempre mover el cubilete. Engaño y a salir corriendo. Ese fútbol se ve como infantil, como si lo jugara un niño. ¿Se puede ser padre de familia y regatear así, moverse así? ¡Son como castrati del balón! Brahim es claramente un fútbol contratenor.
En la segunda parte empató el Nápoles: Anguissa, Zambo Anguissa, gran nombre. Me hizo gracia la narración de la tele: "Una falta de entendimiento entre Kroos y Mendy". Yo juraría que se equivocó Kroos, superado por el rival, no guarda el hogar del área con un hacha precisamente, pero contarlo así diluye o reparte la carga y el pobre Mendy cobra siempre. Un 25% de la retransmisión de Movistar son elogios a Kroos.
Sin los mediocentros, le toca a Velverde sacrificarse como hombre escoba. Que conste esto.
Con empate y la pelota en poder del Nápoles, el Madrid tenía que espabilar y se decidió que entrara Joselu para lo que sería luego un pequeño gran recital.
Primer fallo: le pasan un balón al segundo palo y llega a rematarlo con la pierna primera pero con la cara exterior y superior del muslo. Una especie de trabalenguas anatómico. En realidad, él no remató. Su inhibición es tal que no está llegando a rematar. Aparece como mucho. Llegó al segundo palo pero sin disposición corporal para el remate y justo ahí se le disparó una pierna, la equivocada y por la cara que no era, como si fuera la sublevación de una parte de su cuerpo que aun se consideraba dentro de un delantero.
Luego le buscó Bellingham con un pase perfecto al segundo palo, pero no apareció. Se le vio antes y detrás mirando al lugar. Era curioso porque en la repetición era Joselu mirando al no-Joselu.
Bellingham se puso serio, entrando mucho por donde Vinicius. Era un surtidor de balones. Bernard Hinault haciendo de gregario...
Le dio otro pase que Joselu falló de cabeza a puerta vacía. La moral de Joselu, resquebrajada, sacó fuerzas de flaqueza inhumanas para intentar también una chilena.
Hubo un fallo de tiro diestro por alto y alguno otro más, era como si Joselu estuviera dando un clínic: todas las formas de fallar un gol.
El 3-2 lo tuvo que meter Nico Paz, con un chut lejano, ni muy fuerte ni colocado, pero precedido de una buena acción: cuando parecía que iba por aquí, se fue por allá, como en el viral aquel. Un quiebro tras una media vuelta. Se nota que es argentino porque no era una media vuelta, era una recontramediavuelta.
Siempre parece que en alguna parte del Bernabéu hay un equipo de guionistas escribiendo a toda prisa el final del episodio. Bellingham volvió a premeditar un gol desde lejos. Inició la jugada, pasó, se desmarcó y cayendo en la izquierda asistió al segundo palo con un elegante exterior diestro, no desde atrás, al estilo de Modric, sino extendido, acompañando mucho el golpeo con la pierna, en una renovación estética del lance.
Era un balón al segundo palo donde tantas veces Joselu no había estado o había llegado en cuerpo mas no en alma. Esta vez sí. Todo Joselu estaba allí, íntegro, convocado por Bellingham, y con algún impulso eléctrico que hubiera recompuesto a base de rehabilitación, de tanto repetir el error, consiguió accionar una parte no demasiado inadecuada del pie, llevando la pelota al gol.
Joselu pedía perdón. Ahí se vio su pudor (España se divide en los que lo tienen y los que no, y de ahí sale todo). Y Bellingham ,que celebraba como un niño feliz el gol de su amigo, le tuvo que empujar también para ponerlo de frente ante el aplauso.
Tras esto, en el minuto 95, Bellingham aun le seguía pasando balones a Joselu...