Simetría en el florentinismo y con Ancelotti, el gran asimétrico. El ciclo de plata del club empezó con él y con una copa del Rey, y así puede terminar. Últimamente, el Madrid gana una Copa cada década, más o menos, y esta será recordada por Vinicius, dominador del fútbol español aunque el fútbol español, cafre y autonomista, se resista.
La Copa está muy bien porque es un trofeo antiguo, unido a la jefatura de Estado y porque con ella dan una medallita con la bandera de España, que luce así por una vez sobre el blanco madridista.
En el palco, la infanta Sofía al lado de Rubiales y su aspecto de actor porno serbobosnio (Herman Tertsch dixit). Le sentaba el federativo como a Cristo dos pistolas y ahí, en esa imagen, quedaba resumido el problema de credibilidad de nuestro futebol. La imagen transmitía una sensación inquietante y resumía la corrupción: algo ominoso, ominoso incluso a su pesar, amenazando la mayor pureza institucional.
Estaba el Rey, jugaba el Madrid. El himno de España, por fin, se iba a respetar.
Dos minutos tardó el partido en caer del árbol. Vinicius se fue del 7 y del 15, Peña y Moncayola; en el área y de los dos, con regates hacia dentro, hondísimos, donde, si fueran toros, diríamos que está la verdad y el peligro. El problema de Osasuna fue que los defensas entraron uno después del otro. La manera de pararle es hacerle marcajes pareados. Si llegan de uno en uno, Vinicius los supera, 'gana' la línea y asiste. Así fue y Rodrygo bordó otra vez su papel de extremo llegador. Su lugar está ya cerca del área.
Pero el gol era de Vinicius y todo el fútbol siguió siendo de él. Sus contras destrozaban el planteamiento de Arrasate y mandaban a Moncayola al límite de la profesión con regates de todo tipo. Ya costaba ver regates en España y él los hace todo el tiempo y de todas las formas.
El realizador televisivo, sin embargo, sacaba imágenes de Vinicius discutiendo con el rival o hablando con el árbitro. Se abría así una línea narrativa alternativa en el partido.
El Madrid conseguía alguna triangulación positiva y ligera entre Alaba, Tchouameni y Kroos, pero el resto eran velocidades concretas de Vinicius y Rodrygo, que echaban el equipo arriba y definían su forma, abierta y algo ahuecada. Corrían al ataque y Benzema iba loco detrás de ellos, como si hubiera un cambio en la jerarquía y no fuera ya director sino el nuevo subalterno.
El cántaro de Vinicius llegaba tanto a la fuente de Moncayola que parecía haber algo personal. El rojillo vio amarilla en el minuto 21. Esto, se diría después, "condicionaba" el marcaje, aunque Moncayola no vio a Vinicius en todo el partido. Ni antes ni después. Lo que Vinicius hacía con él recordaba a lo de Bale con Bartra. Pero Vinicius lo hacía muchas veces.
Las últimas finales de Copa el Madrid las ha ganado por la izquierda: Vinicius ahora, Bale en Valencia, Di María centrando a Cristiano o, también en Valencia, en los lejanos (ay) noventa, cuando Lasa y Villarroya sujetaron con su tesón zurdo a los últimos idolillos de La Quinta.
Vini se iba de Moncayola con chicuelinas, con regates en largo, con carreras, con parones a lo Gento, con caños, con controles orientados, o incluso sin controles, como en aquel regate que le hizo a Fernandinho.
En el 25, Militao se resbaló (es como si tuviera de repente un problema sentimental) y Abde pudo marcar aunque la pelota la sacó Carvajal, que anduvo todo el partido como guardaespaldas corriendo a llevarse la bala.
En destellos así, en la blancura distinta del Madrid, en las banderas y ciertos detalles se veía que eso era una final madridista, y que por tanto el ambiente agarraba atmósfera europea y de importancia, aunque pronto el partido decaía y todo retornaba a un aire nacional al que podía agarrarse aún Osasuna. El Madrid tenía alteraciones de tensión aunque en la primera parte Tchoaumeni y Valverde entraron con fuerza.
En el 31, Alaba tiró al palo una falta desde lejísimos. Su zurda le dio al balón algo de curva y también algo de recta, una tensión no muy habitual.
Vini se había estado yendo del 7 y del 15, de Peña y Moncayola, de su banda entera, pero faltaba la ayuda del tercero y apareció García, que le pasó la cabeza por el cogote con gran e irritante condescendencia. Vinicius se enfadó y le sacaron amarilla y eso fue celebrado como un acto formativo y de justicia social. Hubo polémica y los jugadores de Osasuna se tapaban mucho la boca. ¡Algo dirían que no quería que se supiera!
Pero el rato ya bastaba para confirmar "el problema de Vinicius" y al ir hacia el vestuario aun tuvo que pasar por un comité de bienvenida de suplentes osasunistas y recibir las clases de educación y deportividad coubertiniana del Chimy Avila.
"Tiene que pulir esos detalles", repetían los comentaristas. Y esta idea no solo ha penalizado al gran sufridor que es Vinicius, invirtiendo la culpabilidad, sino que nos entretiene de otro gran asunto, pues Vinicius es ya un crack mundial y no un jugador necesitado de consejos.
¿Se trataría a Messi así? Esta es la única cuestión.
El inicio de la primera parte permitió ver destellos de Camavinga. En la misma jugada sacaba la pelota y luego desbordaba llegando al área contraria. Una jugada suya resulta ya característica: recupera balones en el interior izquierdo y ahí, el mediocampista que es, hace un gesto de quedarse con la pelota, esconderla, y ganarla para la posesión, volviendo él al lateral. Es un lateral-mediocentro que sube al extremo y que en el interior recupera balones con naturalidad. Ojo: lo exterior, lo interior y el centro medular, donde acabó jugando.
El Madrid se replegaba. El 4-3-3 sin Modric y sin Valverde de extremo debilitaba un poco el control. Faltaba algo más de posesión, quizás, de espesor en la jugada y en la media, aunque Rodrygo echara una mano bajando.
En esos minutos en los que parecía que el Madrid ponía el modo 'ahorro de batería', llegó el 1-1, gol de Torró de disparo lejano. Algunos aficionados del Osasuna encendieron una bengala prohibidísima y cuando la seguridad accionó un extintor para apagarlo se tomaron regular que la espumilla ignífuga hiciera contacto en sus torsos de privilegiados fiscales o les mojara el niqui foralista.
Cuando se empezaba a pensar en el Centenariazo o a reparar en que Vinicius aparecía menos, el susodicho volvió a agarrar la pelota y se fue de uno pero en realidad de todos, pues todos miraban 'alelantes' (palabro que quiere significar la mezcla de alelados y de anhelantes a la espera del VAR salvador) a que la pelota, que no salió del todo, llegara a Kroos. Su chut de elegante y siempre un poco desmayado llegador fue rechazado, pero ahí apareció Rodrygo, otra vez.
Pero ha de repetirse: el gol era de Vinicius, que incomprensiblemente no fue elegido 'Jugador del partido'. Cuando soltó la pelota Osasuna entero miraba, como en aquella foto donde Iniesta estaba rodeado de italianos cual jovencita Erasmus. Ahí los italianos acechaban, pero los osasunistas parecían un bosquecillo de desconcertados, todos despistados, como si Vinicius hubiera echado unos ratones por el suelo.
Vinicius había llegado otra vez regateando hasta la línea de fondo. Hizo como el peón de ajedrez cuando llega al final del tablero, que al hacerlo es sustituido por otro, gana nueva figura y movimiento. A eso se le llama coronar y por eso cabe decir que la coronación importante no fue hoy la de Carlos de Inglaterra sino la suya. Por dos veces. Vinicius se coronó en el campo ajedrecísticamente y así se coronó del todo. Pero no rey; emperador del extremo.
Cuando echaba a correr, en el Madrid solo Rodrygo le podía seguir, y antes Camavinga. Ellos tres son una nueva vertebración.
"Todo se iguala, todo se iguala", repetía el locutor del Ente, pero era todo lo contrario. Esa es la titánica tarea del Madrid, declarar cada partido que no todo se iguala. Se resiste a esa gran igualación, y eso no se lo perdona el fútbol español. El Madrid no quiere ser otro, no quiere ser lo mismo. ¿Cómo no se va a amar un poco o incluso en secreto a ese equipo que lucha cada día contra la gran fuerza gravitatoria?
Vinicius seguía regalando regates a velocidades absurdas. Volvió a hacer la vinicinha del City varias veces (prima hermana del taconazo de Redondo contra el United). Cuando le pasan un balón, no lo controla; lo que hace es dejar que el balón corra, que se despiste el defensor y dar media vuelta para zafarse y correr. De este modo, Vinicius hace lo que le piden. ¿NO quieren que sea indiferente? ¿Que ignore al rival? Pues lo hace, lo elude, lo evita estoicamente. Y lo que era un pase, un simple pase a Vinicius, se convierte en dos cosas: un regate y un pase en profundidad.
Otras veces, cuando regatea de forma, digamos, clásica, el rival no va detrás de él, sino que se cae del tren de la jugada y vuelve a ser engullido por el centro del campo. El efecto es como si 'matase' al contrario en un juego de marcianitos. Eso pasó con Moncayola. Al ser regateado no le iba a Vini detrás sino que se despeñaba por un precipicio imaginario, como si se lo hubiera tragado el partido o se hubiera convertido en zombi. Eso hace Vini, ¡zombifica a los que regatea y por eso lo evitan de todas las formas posibles! Al salir del regate, el defensa se convierte en polvo, desaparece. Al caer en el regate le engulle el olvido. El jugador ya fue. Plof.
Vinicius ganó la Copa del Rey y ya puso su nombre a una Champions. Ha decidido dos finales importantes. ¿Quién a su edad hizo esto? Un jugador así debería ser protegido y no cambiar en nada. Es el fútbol español, entero, el que ha de adaptarse a él.
Eres rey. Tú y tu pluma. Qué cabeza y qué ojo, muchacho. Escribiendo sobre el Madrid eres Kubrick, Coltrane y Bierce todo al mismo tiempo. Deseando leerte la crónica este martes cuando le hagamos la raya en medio al demente de Haaland y su melenita absurda y goleadora. Hay que finiquitar definitivamente el guardiolismo y ajustar cuentas con el Milan en Estambul. Yo también lloré ese 5-0 y quiero sangre lombarda regando la 15.
Te quiero más que a la mitad de mi familia