Dos dudas había al principio del partido. Una era Kroos de mediocentro; la otra, la capacidad nerviosa del Madrid para jugar una ida en casa. ¿Esperaría? ¿Dominaría? Pensamos que el mejor Madrid es el desesperado, el desahuciado, pero tiene mucho mérito haber resuelto ya, o casi, dos eliminatorias en el partido de ida.
Y la inquietud tenía sentido. El Madrid comenzaba volcado, pero sufriendo algún contragolpe peligroso. Había un pequeño desajuste, no solo táctico sino mental, como si el mejor Madrid fuera el del 'moltolonguismo', el españolísimo 'cuán largo me lo fiáis'.
Pero no, el Madrid salía a por todas y Kanté emergía como contragolpista sobrepasando la marca de Kroos y Modric. Militao resolvió ahí proclamando un nuevo reinado físico.
Se sabía que estábamos en Europa porque la primera falta a Vinicius fue amarilla. La estrella invitada de la noche, la pareja de baile frenética tras un incansable Fred Astaire iba a ser Fofana, al que imaginamos durmiendo después con espasmos, a tirones, con sobresaltos, como si siguiera persiguiendo a Vinicius en sueños. No es solo el mucho correr, es la cantidad de quiebros, requiebros, diabluras, trastadas que sufren esos laterales (James carrilero, Fofana tercer central). Son asaeteados por Vinicius como San Sebastianes de la banda.
El Chelsea quería esperar al Madrid, pero el Madrid respondía con más presión. No fue como otras veces un baño táctico de modernidad visitante. El Madrid tuvo más iniciativa y empezó a llevarla Carvajal, que tiraba a riñonadas del equipo y se metía por el interior como dándose importancia. Por él vino el primer gol: un balón picadito (picado pero rotatorio, con vuelo justo, con sutileza inesperada) que Vinicius tocó estirando la pata izquierda para darle la asistencia a Benzema.
En la jugada, los dos entraban como dos puñales paralelos al área; el extremo se hacía siete, doble punta, mostrando una gran versatilidad táctica.
El gol no era solo gol. Fue seguido de un paradón salvador de Courtois a Sterling. Un gol es mucho, pero es mayor el efecto cuando va seguido o precedido de un paradón. Eso es algo muy madridista: parada salvadora y gol, o gol y parada salvadora, y las dos acciones juntas son como un sopapo divino sobre el rival, que siente que el partido se le cierra, se le pone de culo.
Tras el gol, el Madrid se aceleró por Vinicius. Vinicius dibujaba el territorio, lo dividía. El campo eran dos: lo que estaba antes de él y el sitio en que Vinicius cogía la pelota.
Camavinga, que se tomaba las libertades de lanzar al equipo, le buscaba directísimo, como si le incumbiera personalmente su abastecimiento, y en el minuto 25 pudo haber gol en una jugada en la que Vinicius se fue de Fofana con algo parecido a una cola de vaca en carrera, algo tan difícil como el regate ante Eric García de hace unos días, ese cambiar la pelota de pie en plena carrera. ¿Cómo cambió, además, de ritmo? ¿Qué ritmo adicional consigue sacar en su plena potencia? Pero es que al cambio de ritmo le añade el gesto técnico de un regate rizado, moroso, juguetón que luego quiso rematar con una suave elevación de la pelota. Ojo al virtuosismo: cambio de ritmo junto a la ternura técnica. Vinicius empieza a exigir una moviola para él, para apreciar sus polirritmia.
El Chelsea se rehízo y se inicio un intenso intercambio de golpes como si los dos clubes estuvieran, ya sin remilgo alguno, jugando el mismo partido de los últimos años, una trifulca sostenida en el tiempo. Ese Real Madrid-Chelsea lo llevamos viendo años, pero esta vez parecía el peor Chelsea de todos.
El Madrid está jugando largas eliminatorias con los equipos ingleses, como ya pasó con el Bayern antes, con la Juventus, o en otro tiempo con el Milán. Son lustros de competición, rivalidades que duran muchas temporadas y en la memoria parecen el mismo partido.
Rodrygo se iba sumando a Vinicius hasta dibujar un tridente, pero sobre todos se veía a Valverde, el encargado de estirar el campo, de ir y venir, de darle formas al triángulo de la media.
Así siguió el partido tras el descanso. Un partido algo alocado, quizás demasiado agitado para el Madrid. James Bond pedía su dry martini agitado, pero no mezclado. Sobraba un puntito de coctelera.
Pero en el 55 entró Cucurella y con su indefinición posicional de lateral-extremo y su inexplicable aspecto de cuñada de Homer Simpson le quitó dramatismo a la noche. Ningún madridista sufrió, tuvo nervios siquiera y eso es algo muy extraño. ¿A qué experiencias ha de recurrir el madridista para sentir algo?
La interacción juvenil produjo resultado. Un pase fino y lejano de Valverde permitió que Rodrygo se escapara hacia la portería provocando la expulsión de Chilwell.
Con uno más, sin embargo, el Madrid aun se agazapaba, se colocaba en una prudencia reactiva, una falsa modestia posicional, ese semirrepliegue tan suyo que podríamos considerar la forma táctica del Madrid estos años. Ni se metía del todo atrás, ni se dejaba ir al ataque del todo, jugaba medio atado, embridado por Modric y Kroos, que lo llevaban como un matrimonio puritano llevaría los caballos desde el pescante de la caravana, a través del Far West de la Copa de Europa. Era como si su culo varado atrás fuera en sí misma la prudencia táctica del Madrid. ¿A qué jugaba el Madrid? Al culo varado de los dos y a su paso lento y cauto, pues Modric y Kroos parecían, parecen siempre, y cada vez lo parecen más, año tras año, las hermanas Izquierdo del fútbol, solo que de blanco.
El Madrid era el juego de tensiones entre ellos dos y los jóvenes. El Madrid es el irse de Vinicius y el quedarse de Kroos. Es un equipo bifronte, cosa única.
Con uno más, el ataque del Madrid parecía poco claro y apresurado. Le faltaba symploké. En ese momento se volvía a la inquietud inicial: el Madrid quizás solo sepa jugar a tumba abierta y se aturulle si ha de administrar. No admite economías.
Pero entonces, Carletto acertó. Quitó a Rodrygo, metió a Asensio y a renglón seguido el equipo le fabricó una jugada de córner que parecía ensayada, preparada para su zurda señorita. Un disparo tan bueno y elegante que irrita, que tiene algo de Guti. Se intuye que Ancelotti intenta con él fabricarse uno, una zurda superior para cambiar los partidos. Porque la zurda de Asensio, que no es tanto la clarificación gutista como el disparo seco, empieza a ser también algo vintage.
Vinicius daba su segunda asistencia. Es el que más regatea y el que más asiste en la Champions y va destrozando carreras por los campos. Todos son Maicon tras pasar por él. La Superliga no sabemos si funcionará, pero no es del todo descartable que se funde una Asociación Mundial de Laterales Derechos damnificados. Un colectivo, un victimismo.
El Madrid hacía otra cosa bien: apenas había peligro rival, la puerta a cero, y Ancelotti quitaba a Modric y Kroos. Los veteranos habían cumplido, también Carvajal. Hasta Ancelotti controlaba en la banda una pelota sin dejarla caer. Al hacerlo con uno, dos, tres, cuatro toques, su rostro volvía a los treinta años. Sus facciones se tensaban, su expresión cambiaba al contacto con la pelota. Un centrocampista intacto sobrevive y si pudiera, se metería en el once.
Gran crónica! Me extrañó mucho que no sacaran a Mudryk
Cucúrela es el hijo tardío de la cuñada de Homer con el actor secundario Bob