El Madrid se puede despedir de la Liga, pero ¿a quién le importa ya la Liga? El Barcelona fichó mucho más teniendo menos dinero y el Madrid arrastra un mediocampo avejentado, un solo nueve que ya no es lo que fue (hay un solo nueve que nunca fue nueve del todo) y una carencia suicida en los laterales, como si el Madrid saliera con ruedines. Siempre rinden los mismos: Militao, Valverde y Vinicius, que en el minuto 85 le hizo un caño a Sabaly que más que un caño fue una performance o un acto-protesta, un caño político. Lo hacía con el puño cerrado.
Los problemas del Madrid empiezan en la plantilla, con poco fondo en posiciones clave, y siguen en lo táctico. El equipo defendía como en 4-4-2 y atacaba en 4-2-3-1 y sin embargo aun se paga un tributo a un ideal 4-3-3 que ya queda desfigurado y que Ancelotti martillea para, por ejemplo, colocar a Rodrygo más cerca del gol. Lo de menos es el dibujo sino la sensación de oquedades, vacíos, de lagunas en el campo. El Madrid le está quedando a Ancelotti, como en su primera vez, alargado, blando y además viudo en el área: Vinicius y Valverde llegan y llegan pero el rematador no aparece o queda atrapado en un problema de física: Benzema ha de apoyar en la banda y llegar al remate. La sensación es que: 1) Benzema no es el mismo, 2) o falta un mediapunta o falta otro delantero. La manta del 4-3-3 de Ancelotti no cubre los pies y por arriba se queda como un escote palabra de honor.
Pero la opinión humilde de quien esto escribe es que la Liga se perdió en las primeras semanas, cuando entre youtubers culés, colchonerismo psicótico y la bobaliconería triste y siempre un poco putrefacta de la prensa 'madrileña-madridista' Vinicius fue convertido en el malo de la competición. No solo no se logró un estatuto de figura digna de protección sino que se le abandonó a la suerte ibérica, ¡y qué suerte! Vinicius, núcleo del juego del Madrid, se convirtió en el jugador más perseguido del continente. Persecución permitida. Antes que un problema personal o de carácter se trataba de un asunto deportivo. El Madrid estaba perdiendo ahí un porcentaje enorme de su fútbol. Se gripaba su mejor motor.
Pero sucedió ante la pasividad de todo el mundo y Vinicius reforzó el papel cultural del Madrid en una competición que a nadie importa ya y que se desarrolla en un clima de sospecha y de corrupción que ha tomado forma, por ejemplo, en el artículo de Sostres sobre Laporta. Los mismos que nos masacraron con su literatura cruyffista ahora nos deprimen con una corrupción moral que tiene, eso sí, la virtud de enseñarnos lo que es la Liga y la competición.
En esto está el Madrid también. Florentino, por cierto, no es ajeno a las figuras de este paisaje y antes del partido tenía a Butragueño ('relaciones institucionales') jugando al señorío zen mientras la afición repasaba, sin posibilidad de asombro ya, el arbitraje de Latre en el Barcelona-Valencia.
Liga sin remedio
Una idea para la televisión del Madrid o para cualquier otra: reunir todas las faltas pitadas y no pitadas a Vinicius durante la competición. Pueden ponerle la música que quiera; cabe Wagner, el rap, la samba y una jota aragonesa.
Por eso, al empezar el partido, la sensación general es que la Liga no tenía remedio. No es que esté o deje de estar amañada; es que entre lo que se ve, lo que se ha denunciado y lo que se intuye, y viendo los lombrosianos caretos de los implicados, es casi imposible que suceda algo limpio, deportivo, puro, digno...
Pero vemos la Liga por una costumbre sentimental. Es casi un hábito del corazón (perdón) y la parte deportiva es lo de menos. Se descompone ese mínimo deportivo en la lucha por el campeonato (un duelo escocés, casi religioso, contra el club de las 78 jornadas sin penalti, la deslealtad institucional permanente y la elasticidad financiera) y en otra cosa que acaba siendo el verdadero interés deportivo de la Liga: el paseo del Madrid por los campos de España, esa confrontación folclórica, hiriente, como de fiesta mayor en la que el Madrid hace, a la vez, de poderoso y de vaquilla o de toro, como un ingrediente antropológico. Como un gigante contra cabezudos, como la cabra del campanario...
El Madrid sirve todo este tiempo como contraste y antagonista a su pesar contra las identidades autonómicas que el fútbol pule y potencia. ¡Esos himnos! ¡Esos corazones encendidos! ¡Esos terruños erizando los vellos más autóctonos! Por eso los campos de España suenan de un modo distinto. No suenan como los del resto de Europa. Es un sonido crispado, irritado, visceral, inconstante, reactivo, bronco, injusto y volcánico pero en lo concreto, siempre en la gota que colma el vaso, como si el campeonato fuera a faltas o amarillas.
Por los estadios de España están, por tanto, a 'que se joda Vinicius' y no al escándalo de Enríquez Negreira, que les da igual. Es una competición, por tanto, sin solución.
Tampoco la tiene ya para el Madrid la LIga 22/23, que terminó de perder en Sevilla contra el Betis. Vayamos a ello.
Durante la primera parte, lo más peligroso del Madrid quizá fueron las paredes interiores entre Benzema y Rodrygo, centrado esta vez. No fueron muchas jugadas pero sí las más peligrosas. Por una llegó la falta que Benzema lanzó marcando gol. La anuló el VAR por mano de Rudiger y el Madrid se convertía en el equipo de las cinco grandes Ligas con más goles 'corregidos' por el VAR.
¿Lo sabría el público? Seguramente no porque el Villamarín estaba indignadísimo y encendido contra el árbitro por no se sabe qué y, como ya es costumbre en la Liga, entretenido en que Vinicius no culminara sus intentos. La Liga española ha sido el esfuerzo de laterales, entrenadores (qué furias hoy Pellegrini, tan laxo en Madrid), público y 'prensa especializada' porque Vinicius no se fuera de nadie y tampoco protestara. Las dos cosas: no bailes primero, y luego no protestes. Quieto y callado.
Vinicius, que tenía espacios y momentos, calle en la banda para correr, no terminaba de estar fino sin que eso importara ya lo más mínimo porque es un virguero sin misterio, sin capricho, sin 'currorromerismo': si tiene el día, bien, pero si no lo tiene, lo acaba teniendo a partir del minuto 60. Su musa es la mala leche, la inspiración le pilla trabajando la banda con su puntera y su tobillo picassianos, su ángel es estajanovista, su regate es a destajo...
Se iba calentando Vinicius y el Madrid llegaba enrabietado al descanso. Justo antes, el árbitro dejaba sin amonestar una agresión de Ruibal a Camavinga aunque el estadio bramaba más que nunca... ¿por qué?
La segunda parte
Esta locura, este circo romano, esta sospecha de corrupción y este mundo sopranesco está lavado por las voces blanquitas de los narradores y de los comentaristas. ¡Por eso las voces maldinescas! Vocecillas de contratenor que se refugian en lo técnico y en un supuesto y pretendidamente neutral gusto por la mitología del tiquitaca ("qué bien la toca Kroos"). Pero los gorgoritos de Carlos Martínez, que ya dieron cobertura épica a los robos de Tenerife han seguido cantando y blanqueando esta Liga de Negreiras, de bullyng al extremo negro y de antifútbol odioso y odiador hecho de regionalismo infecto y treinta faltas al Madrid. ¡Todos luchan por sus fueros! ¡Todos son el Osasuna!
En la segunda parte se terminó de calentar Vinicius y además Valverde. El primero hizo un jugadón para Benzema; el segundo una epopeya campo a campo para Rodrygo. Incomparecencia arriba. Qué poco les está luciendo lo buenos que son.
En otro partido, el Betis hubiera ganado, pero el error fatídico de todos los partidos, que esta vez lo cometió Lucas (vaya laterales...) lo salvó Courtois. Su pequeña ausencia o baja milagrera es otra explicación del campeonato.
Tampoco fue una novedad que el árbitro perdonara la expulsión a Sabaly, la pareja de baile de Vinicius. La sed del público, la colérica sed del respetable se calmaba con amarillas y cuando Ceballos entró, el beticismo lo recibió como el sevillismo a Ramos: una descarga personalizada de bilis. ¿Cuántos odiocitos y bullynitos y agravios hay que acabar comprendiendo en esta Liga? Quién fuera corresponsal del Guardian para contarlo a los lectores...
El Madrid llegaba pero la sensación es que jamás marcaría gol y Ancelotti retiró bendita juventud franco-africana para dejar a Kroos sufriendo de último alfiler del centro del campo, apenas un imperdible que evitaba a duras penas que el vestido se rasgara por completo. No se rompió el Madrid del todo, el desnudo se evitó, y con ello el ridículo, pero quedó larguísimo, inocuo, y descompuesto en individualidades, algo malo tácticamente y, sobre todo, demasiado revelador: unos están para ser protegidos y otros para placa, agradecimiento y, convertidos ya en 'instituciones', recibir un obsequiosísimo discurso de Butragueño.
Enhorabuena por este artículo. RIP futbol español
Ésto tiene en Florentino el principal responsable. El Bernabéu está anestesiado pero en cuanto se giraran para el palco, Florentino iba a presentar la denuncia personalmente contra el Farsa.