Una cosa extraña de los ya de por sí extraños arbitrajes que recibe el Madrid es que muchos suceden en casa. A medida que el estadio crece y crece, se moderniza y evoluciona como algo sin igual, se convierte, a la vez, en "vulnerable". Los conciertos de pito son antológicos. No ha dejado de haber conciertos en el Bernabéu...
No sé si la jornada 3 es momento para empezar con Negreira y la putrefacción del fútbol español. Quizás sea otra cosa: una mezcla también de estupidez, de despropósito.
Como casi todo, tiene un efecto desmoralizante que, en mi caso, afecta a los goles o no-goles de Mbappé. Es como joderle el step back a Doncic.
Acababa de empezar el partido y Trent Alexander-Arnold (TAA) metió un pase alucinante a Mbappé. Un pase de los suyos, desde el lateral. No la clásica banana sino algo con forma de bastón o cayado, un pase casi recto que supera el mediocampo y se curva luego para dejar al delantero ante el portero. Nótese la genialidad: superar dos líneas en un único pase.
Era el mejor TAA del Liverpool y le seguía el mejor Mbappé con otro desmarque, control y remate a la máxima velocidad.
Le venía el gol mejor al lateral que al delantero porque hay cierta incomprensión de TAA, y era un gol extraordinario, joya de la Liga, expresión del último florentinismo porque participaban un ex del Liverpool y otro del PSG, jugadores que por la vía de la "espera" llegaban al Madrid y a la Liga.
Sin embargo, el gol se anuló por un fuera de juego literalmente traído por los pelos con una de esas pobres evidencias gráficas llamadas "líneas del VAR". Lo peor era que nada entrar la pelota en la portería se tenía la sensación de que sería anulado. Esos goles en línea, en el alambre, que son la mejor expresión de un delantero, y de Mbappé reconvertido a nueve puro, tienen mal futuro en esta Liga. Todos sabemos que será sometido a un proceso de revisión escrupuloso donde una fibra sintética de la camiseta podrá ser suficiente.
Así, la mejor acción del mejor jugador de la Liga queda limitada.
Luego se anularon dos goles más y el de Güler añadió algo especial. Refresco o novedad jurisprudencial. El jugador se "enmanca", encoge la mano, la pega al cuerpo, la deja tonta y sin embargo se le señala una mano que llamaron "inmediata". El estropicio arbitral va acompañado cada año por una mano de autor, una nueva complicación interpretativa, de modo que los goles se anulan por milímetros de revisión discrecional o por jurisprudencias incomprensibles.
El partido estuvo marcado por estos goles anulados, aunque no fueran decisivos. Tras el de Güler, por ejemplo, el Madrid decayó en su juego.
Fue de nuevo la primera parte mejor que la segunda. El Madrid intentó su presión alta y en ocasiones el Mallorca la superó en con facilidad, asomando el triste taparrabos del 4-2-4. La largura, la partición. Se desventaba y desdibujaba el Madrid y marcaba Muriqi de córner.
El Madrid de Alonso tiene más dinamismo, más ritmo, más pulsaciones y actitud pero en algún momento cayó en el ancelottismo, lagunas de lo-mismo (el chicle lo heredó Chendo), como si el Madrid, el juego del Madrid, tuviera constancias que sobreviven a los entrenadores. Una de ellas es jugar mejor al contragolpe. El Madrid brillaba cuando podía salir a la carrera. Tiene algo de mourinhismo lo de Alonso, con Güler de Ozil y Mastantuono de Di María, un Tchouameni a lo Khedira y un nuevo compromiso de presión y energía.
Mastantuono estuvo algo tímido. No superó por fuera, pero sus movimientos interiores aclaraban a TAA y hasta a Valverde. Pese a no acertar, su juego, su simple estar ilusiona. Presiona y corre como un veterano y sus diagonales no son las simples diagonales; busca el apoyo, busca seguirlas, columbra una construcción, una jugada y se pretende dueño de lo que vaya sucediendo. En el gol de Gúler, el empate, él llegaba al remate justo detrás.
Celebró Xabi Alonso el 1-1. Cada vez que marca el Madrid estamos reviviendo la celebración del gol de la Décima (hoy que se anuncia el single 'Cibeles' de Sergio Ramos).
Vinieron unos buenos minutos del Madrid. Se reanimó la presión, apareció Güler, más arriba y algo ausente, y volvió Vinicius. Marcó tras prepararse bien el tiro ajustado. Como la acción se demoró en un individualismo inevitable, la sensación es que ya había alguno murmurando o con el silbido presto cuando entraba la pelota.
Vini luego robó un balón en otro gol anulado a Mbappé. La presión arriba no puede ser constante, son sirocos, arrebatos, razzias, pero conste que Vinicius estuvo en ello.
El debate de Vinicius me recuerda al de la Hispanidad. Sandwich de mainstream con un radicalismo que llegó a hablar de su raza y argumentos varios, algunos ciertos, pero desenfocados para hacer más mal que bien. A Vinicius se le tomó la matrícula estando en plenitud, no lo olvidemos.
En la segunda parte se vio algo más de Mastantuono. Su diagonal no es la típica diagonal monda y lironda. Tiene una complejidad y riqueza un poco messiana.
Hizo su diablura, su recorte (le esperamos el recorte y el disparo), un regate muy en corto en el área que no 'computó' por anularse luego el gol de Güler.
Lo mejor de TAA, lo mejor de Mastantuono, lo mejor de Mbappé todo se fue al limbo...¡pero qué liga es esta!
En la pausa para la hidratación, el narrador de nuestras vidas habló de piratería televisiva, pero ¿cuánto guinde de fútbol hay cada año en la Liga española?
Mastantuono cumple la primera condición para triunfar: que Maldini se pasara el partido insistiendo en que las cosas no le estaban saliendo... "Es que tiene que coger los automatismos", repetía Morientes, más optimista.
Pues eso, cogiendo los automatismos está el Madrid. Cuando se fue Mastantuono a mí el partido se me entristeció. Es ver a Brahim y a Ceballos y el ánimo se me viene un poco abajo. ¿Estoy comiendo bien? ¿me está dando suficiente sol? Son como indicadores de mi salud.
El Madrid ya quedó para aguantar el resultado. Había metido muchos goles pero el marcador era 2-1. Carreras, que a veces parece un primo menos explosivo de Bale, salvó un gol.
No hubo mucho más. El realizador sostuvo un enigmático plano de una bella pareja interracial con camisetas del Madrid. Parecía un anuncio de Adidas en un estadio por fin futurista, pero con árbitros españoles y líneas tordesilla del fuera de juego.


Lo que ocurra en la sala VOR debería ser retransmitido en directo con el silencio de los comentaristas chillones. O como poco, con un representante de cada equipo presente. La repetición virtual es otra estafa. Semiautomática, pero estafa. Medios hay para hacerlo con cámaras. Aunque no le guste a Hughes, hay que salir de la liga española que está ni más ni menos que al nivel del resto de instituciones de España. Vi el partido pero no lo pagué, por cierto. Quien roba a un ladrón...
Si el estamento arbitral no ha orquestado un acoso al Real Madrid, el resultado estadístico es indistinguible y el emocional exacto. La alternativa a la inquina es la complacencia con la mediocridad y la ineptitud. En todo caso, una liga indigna que si se gana será para esconder la copa, en una sala abarrotada, de la vista de ingenuos, curiosos y románticos.