11 semifinales en 13 años. Eso es dominar una década del fútbol baudelairianamente. Sublimes sin interrupción. Esta época del Madrid se despacha con un "dominan la competición", como si solo tuviera la habilidad concreta de las rondas de la Champions. La realidad es que hay más que eso. Hay algo puramente futbolístico, pero no táctico, ni sujeto a una moda o sistema. Es futbolístico en un nivel superior, por encima del crack de turno o el míster del momento. Arriba, muy cerca de ese dios del fútbol que dicen que hay. Si existe, ¿quién lo conoce mejor que el Madrid? Sus formas veterotestamentarias las recibió proféticamente el Madrid y ya nunca cesó ese diálogo.
Es el puro fútbol. ¿A qué juega? Juega a todo y a nada. Hacia arriba, hacia lo ancho; desde lo individual hasta lo colectivo; en la brega voluntarista y el azar feliz. Todo. Se vio al principio del partido en Londres. El Chelsea salía a presionar con mucha determinación y a la altura del minuto cinco el Madrid hizo una larga jugada de toques combinando velocidad con una gran técnica. Controles perfectos, regates en espacios cortísimos. El Chelsea apremiaba y los jugadores del Madrid respondían con una velocidad superior. Cuando rondo, rondo; cuando carrera, carrera.
No se sintió, esa es la verdad, emoción de Champions. La confianza en el Madrid era absoluta aunque estuviera a un gol de sufrir. Un 1-0 le podía acercar a la ansiedad.
EL Chelsea empujaba y Vinicius pedía a los aficionados madridistas que cantaran. Ya es otro nivel. En Manchester se puede encarar con Liam Gallagher. Pero el público inglés le respondió con un "¡Buuuu!" que sonaba cómico. El abucheo inglés es simpático y no lo tenemos aquí. Eso es un abucheo. Lo de España es una lluvia de improperios o un muro de pitidos. Allí dicen 'Bu' unos segundos.
En el 19 ya tiró Rodrygo al palo. Venía de dar una exhibición en Cádiz, como si allí hubiera nacido el sábado otro Robinho u otro Butragueño. Esta vez jugaba por la derecha, y mostró otro perfil. Controló muy bien, se hizo hueco muy rápido y chutó muy fuerte al palo. Era el mismo jugador siendo otro jugador. Por la derecha parece más hecho, por la izquierda tiene algo más infantil. Una habilidad más fantasiosa.
Militao vio una amarilla inhabilitante para semifinales e hizo otro partido de caudillo fino, que es lo más gracioso en él. Es una superioridad silbante. Seguro que a los delanteros les suena a ninja, a espada cortando el aire.
Hubo un rato con problemas para pasar de mediocampo, pero era el sufrimiento normal de un partido europeo. El Madrid, ni siquiera el mejor Madrid, jamás tiene un dominio totalizador. Permite fases en los partidos, oscilaciones, el giro completo de la rueda del fútbol. El yin y el yang. Admite ser dominado y sufrir, el realismo del fútbol.
No entiende en ello un desdoro y, muy al contrario, aprovecha esas fases para emerger, como sanos procesos purgativos. EL Madrid nunca lo domina todo, aunque Benzema y Modric comenzaron ya a aparecer por el área para ir avisando al personal.
Había mucha carga táctica inglesa en la banda izquierda del Madrid. Lampard se lo habrá estudiado. Mayor control sobre Vinicius y presión ofensiva sobre Camavinga. Esto el Madrid lo resolvió apareciendo (manifestándose) por la otra banda.
A medida que se acercaba el descanso, el Madric corría más, contragolpeaba. Modric buscó a Vini en un casi-gol de nuevo iniciado por la derecha.
La eliminatoria murió en el minuto 45. La mató Cucurella (he eats paella), y seguro que más de uno ganó dinero apostando a ello. Recibió un balón en el área y con bastantes posibilidades, no diremos que todas pero bastantes, la tiró a Courtois o la encontró Courtois, que celebró su acción como cuando se libró de Alba Carrillo.
A la vuelta del descanso, Kanté, que está acabando de palomero, tuvo otra similar que evitó Militao en otra demostración de 'brutalismo' defensivo.
Los aficionados ingleses, a los que ya no cabe llamar hooligans y están a pique de un repique de ponerse he/him, se llevaban las manos no a la cabeza sino a la cara. Se percibió ahí otra variación cultural. ¡Lo que se aprende en el fútbol! Se llevan la mano a la cara y la agarran como Hamlet la calavera. Se autoagarraron todos admirablemente cuando Cucurella falló.
El paso siguiente ya sería mesarse los cabellos porque llegó el gol del Madrid. Rodrygo de extremo diestro hasta la cocina, intermedio asistencial de Vinicius, hecho un Stockton, y golito por los que debió meter en Cádiz.
Allí fue barroco, juguetón, zurdo, sinuoso, y cándido; en Londres jugó por la derecha: verticalísimo, directo, recio y goleador. Aún queda el Rodrygo de 7 centrado, a la chepa del 9, que no es la suma de los dos anteriores sino algo más.
Mientras llegan a nuestra vida los distintos Rodrygos, en Londres se vio que el Madrid vuelve a tener un tridente.
Hubo algarabía del público madridista y mucho cántico contra el Barcelona, y luego los cambios evitaron ver juntos a Sterling y Cucurella, dos formas divertidas de correr. Son inolvidables los jugadores que corren de modo singular.
De los cánticos cromosómicos contra el Barça se pasó a los clásicos olés que amenizaron otro largo rondo de técnica perfecta, como en del inicio del partido, pero con más espacios. La velocidad de ejecución era la misma. Los jugadores del Madrid son extraordinarios, más cuanto mayor sea la dificultad. Cuando a la mayoría se le acaba el oxígeno, ellos hinchan sus pulmones. La prueba es Valverde, siempre como recién bajado de los Alpes, que en el 79 entró en el área como un toro violento. Es un AVE que asiste y generosamente le dejó la pelota a Rodrygo. Hubo antes un interesante desmarque de Ceballos, por lo útil del movimiento y porque lo interpretó con tan obediente tacticismo que al alcanzar a su posición de llegada y cumplido el objetivo de despistar, se quedó en stand-by, como si se apagara un poco, como un jugador de la play al que hubieran dejado de mandar con el joystick. Esa pincelada de premeditación multiplicó la belleza del gol.
El partido acabó con caras largas del Chelsea, deprimidos hasta los recogepelotas. Pena sonrosada en los mofletes de los hinchas. Si fuéramos caníbales, ¿no empezaríamos por esas mejillas carnosas que parecen hechas de manteca, frío, cerveza y algún guantazo tonificante? Estamos en Substack, somos pocos, se puede decir...
Hasta hace nada, el Chelsea era la bestia negra del Madrid. Quizás no tanto, bestia azul, pero le había ganado todo lo jugado: un par de finales y una ronda. El 'hegemón' tardoflorentinista ha arreglado las cosas y ya pasan a la sala de víctimas traumatizadas del Madrid, al que dirigen una forma de respeto que no esconde el temor. También miradas huidizas, como los entrenadores derrotados al colega al final del partido. Se van sin mirar demasiado. Así al Madrid. Porque pararse a mirarlo podría significar amarlo.
¡He creído ver un tip of the hat al Londres de Augusto Assía! Qué increíble crónica. Creo que la mejor, por ahora, por estos lares. Kanté es un buen siete, las crónicas de ABC ahora son un seis, y esta de aquí es un diez, que es un número inmejorable. Mucho mejor siempre que ese vulgar ocho.